el mar se había comido mis orejas
mis brazos
mis
piernas.
a solas con mi tronco
y asumida la leve tragedia,
decidimos permanecer a flote
hasta que de nuestros restos
crezcan alas para poder escapar.
en la inacabable espera, una imponente inmovilidad -para no
despertar inquietudes sangrientas en los escualos que nos rodean- nos hace
meditar: “dios ya no es lo que era antes”
una demacrada y casi extinguida gota de sangre se desprende
exánime, olorosa, desnutrida. la gota avanza y tiñe sutilmente nuestro contorno de mar,
como quien disuelve una floja témpera rosa entre el blanco celeste del
cian.
seguimos en la espera.
foto: Jorge Coco Serrano
foto: Jorge Coco Serrano
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