lunes, 29 de julio de 2013

p u n t o .H.




Frágil,
lluvia lenta que se expira entre las velas.

Frágil,
ser alado que no tiene compasión.


Sofía desata sus cabellos, se despeina, enciende un cigarrillo y mientras tararea una sensual melodía cierra el grifo de la bañera. El agua ya está caliente como le gusta en sus piccolas mortes.

Frente al espejo rebosado de vapor, se pinta los labios con extrema vehemencia, se mordisquea la boca, como quien muerde una sandía hasta hacerle una herida que se lame a borbotones.

Con delicada delicia se descarna las orillas de los labios, se baja la falda, se desabrocha el sujetador y acaricia sus pezones con fiereza. Dócilmente se despoja de sus bragas, y con arte de estriptisera lanza sus tacones a una esquina en donde almacena ropa sucia.

Sofía se contempla desnuda en el espejo empañado. Tiene la copa llena pero bebe directamente de la botella. Mientras se quita las pestañas postizas da un gran sorbo a la botella. El tinto se le escapa por las comisuras de sus labios.

Atiborrada de vino balbucea un nombre y deja caer la botella al suelo. Sonríe, se ha cortado pero ríe. Su rictus crece, parece que va a llorar pero se regocija clavándose las uñas a lo largo del cuello.

Dándole la espalda al espejo, se mira hacia adentro con los ojos bien sellados. Enciende otro cigarrillo, le da potentes caladas y expulsa levemente por la nariz una espesa humareda blanquecina, que impregna, aún más, el cristal en donde ya nada se ve.

Solloza, algo musita. La memoria le estalla en su pecho, como un coche bomba en un templo vacío. Con los nudillos bien cerrados estira airadamente los restos del rímel por toda su faz. Se paraliza, se observa imperturbable en blanco y negro, apaga la luz, enciende dos velas y lanza la copa de vino al espejo, salpicando de vidrio todo su busto.

Con la cara ensangrentada tira un carnal beso que se pierde en la espesura del vaho. Con las palmas de las manos, limpia sin reparo los cristales quebrados para poder curiosear el despiadado y lúbrico roce circular de su monte bravío.

Su rostro parece un esbozo impresionista. Su cuerpo, un tríptico nocturno de El Bosco. Con su sangre escribe en el espejo:

Todavía
en algún lugar del negro cielo
flota la nube lechosa
donde se esconden el artista y la luna
para hacer el amor”


Sofía se desliza bailando hacia la radio, la enchufa, canturrea la canción que suena y estira el cable de camino a la bañera. Plácida, con la radio mal sintonizada se zambulle en el agua.

Humo. Carne. Cobre. Luz. Fina cantidad en convulsión. La radio ha muerto, colores rojos, amarillos y grises con ella.


foto: Jorge Coco Serrano 

No hay comentarios:

Publicar un comentario